Esto comienza como si fuera un chiste: iban 2 catalanes, 2 vascos y un dominicano en un coche. Y se lío, vaya que sí. Así empezaba mi primera experiencia en el servicio de car sharing Bla Bla Car, junto a 4 desconocidos con los que iba a compartir la friolera de 7 horas y más de 500 kilómetros.
Donosti se pone fatal en Semana Grande, (que vaya que si es Grande, que mejor comer y bañarse de pie, porque comer sentado y estirar la toalla en la playa está claramente sobrevalorado…). Así que si no quería volver de noche en un autobus e ir a trabajar al periódico con cara de zombie, Bla bla Car se presentaba como la única alternativa para volver del mundo giputxi. Toda la gente que conozco que lo habían probado, habían tenido buenas experiencias, así que, ¿por qué no?
La cosa empezó así: una psiquiatra, un trabajador del sector automobilístico, una vendedora de supermercado y un… especialista en crecepelo hecho a base de componentes naturales. Y la periodista, claro.
Perfectos desconocidos pero el dominicano tomó la batuta para romper el hielo con claro talento natural para ello. De hecho, desarrollamos nuestra propia teoría que al que le tocaba sentarse en medio de la parte trasera, acababa dirigiendo la conversación.
El dominicano apuntaba alto: de las plantas medicinales llegamos al bosón de Higgs, a la meditación y a los estados superiores de la mente, al emperador Constantino -y que no te creas tú eso que se convirtió al cristianismo porque sí-, y el remedio oculto por los poderes de la industria farmacéutica del Dióxido de Cloro y el señor Andreas Kalker.
Cruzábamos Navarra y ya 3 de los 5 habían confesado haber tomado setas alucinógenas. La cosa prometía.
De ahí pasamos a la médico psiquiatra que nos confesó – ojo al dato- que tiraba las cartas del Tarot. Después ya se fue relajando y nos contó que le había metido en esto otra compañera de especialidad. Que también había probado el péndulo, pero ya había visto que no acertaba demasiado… Sorpresas te da la vida. Nos recomendó un par de páginas web para hacerte la carta astral, arcanos y otras cosas esotéricas que si se enteran en su trabajo, se lía. Como ella dijo, está abierta y se enriquece de otras materias… También hablamos de su trabajo, de los delirios, de las psicosis y la falta de recursos de la Sanidad pública.
De ahí se descubrió que uno de los vascos del coche veía programas sobre Ovnis, y de ahí la cosa ya empezó desparramarse por todos los misterios que hay en algún rincón de nuestro planeta solar o más allá: que si la isla de Pascua, del convencimiento de que hay una cultura fuera de nosotros que puede venir a acabar con nosotros, que si los dibujos gigantes sobre campos en Inglaterra. «¿Cómo se deletrea?! «-a esas alturas yo ya me había puesto a tomar algunas notas- «Stone como piedra en inglés. y H-E-N-G-E».
Ya habíamos pasado Jaca.
Vaya que si la cosa se estaba poniendo esotérica, ¿cómo podía haber tanto interesado en fenómenos paranormales en un coche de 5 plazas? ¡Ahá! Ahí se destapó la pareja de uno… «No, no, yo por obligación, ¿eh?» dijo ella mirando al seguidor de los programas de ovnis.
Finalmente me tocó a mí sentarme en el centro de la parte trasera y tomé las riendas. Volvamos atrás, pero a ver… «¿cómo se llamaba el tipo del Dióxido de cloro? ¿Y la cosa esa de las monedas para predecir el futuro?». «I-C-H-I-N-G». Una cosa de los chinos de unos números que forman hexagramas y qué… todo muy complicado.
Aporté mis historias de la Venezuela bolivariana que sabía que iban a causar furor con un pasaje tan alternativo.
Y de ahí salió Montserrat. «¿A que no sabías que es un chacra corazón del mundo? » No, -respondió otro- ¿No es Glastonbury? «¿Donde el festival de música? -que es lo único que me sonaba a mí… «Bueno, es que los chacras corazón del mundo van cambiando…» Ah, no, que además Montserrat dicen que tiene una ciudad intraterrena?» ¿Perdón? De lo Moreneta yo no solía pasar… Buff, lo que me queda por aprender… «Es que hay un proceso de reversión magnética» quedó pendiente seguir este hilo, pero el siguiente solía no resolver el anterior y así todo. En concreto, siete horas.
Superábamos Lleida, llovía, y había ya anochecido.
Dejamos un rato las cuestiones sobrenaturales, para escuchar una historia agridulce. La madre de uno de los vascos se había reencontrado con su primer amor pasados los 70 años. Esto había ocurrido 30 después de haberse divorciado de su marido, que además de haberle dado más de 10 hijos hizo de su vida un infierno… Ahora, revivida, a su última edad, vive con el hombre con el que hubiera querido casarse. Hoy se quieren y se cuidan en un pueblito de Guipuzcoa.
Y de ahí los hermanos, la difícil relación a veces, pero rápidamente volvimos al tema de la Stevia y la potente indústria del azúcar, el veneno del siglo XXI y a los indígenas de la Sierra Nevada de Colombia, los Kogis, que aislan a niños de corta edad durante años para hacerlos llegar a un estado superior de conocimiento… Aquello era como llevar la wikipedia incorparada.
Una petición: alguien pidió una tirada del tarot fuera del coche… (Mmm, me temo que era para algo más…). Y dos recomendaciones: el libro de Tautechin (o algo así), y un video en Youtube. «Busca en youtube ‘El caníbal de la selva’, pero mañana, que si no no podrás dormir». O.K.
Son las 23.25. Llegamos a Sants. Adiós, mañana busco lo del Dióxido de cloro. Risas, besos, pásame el código del Bla bla car, que se quedan 5 euros de comisión por pasajero, los muy cabrones.
Mucho bla bla en el car. Lo que aprende una.
¿Cuándo fue que perdimos esta forma de viajar?
Genial, Cobotronic! A mí no me ha defraudado nunca el Bla Bla Car. Y sabía que ese dominicano dejaría en alto nuestro gentilicio latinoamericano: ¡Viva Honduras!
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